Esta entrada se la he prometido a varios miembros de mi familia. Bueno, son todas chicas, pero no voy a decir "miembras". Ellas dicen que si tengo muchos comentarios a su favor, yo tendré que cambiar de opinión. Es curioso que mi familia me conozca tan poco, yo no suelo cambiar de opinión fácilmente. Pero bueno, no voy a escupir para arriba, que siempre me cae en la cara.
Para poneros en antecedentes, tengo que decir que odio las mentiras. Las odio por encima de (casi) todas las cosas. Si descubro que alguien me ha mentido me queda la sensación de que me ha tratado como si fuese idiota. Y es una sensación muy desagradable. Tanto es así que tampoco soy capaz de mentir. Bueno, puedo hacerlo si es necesario pero me resulta incómodo. Prefiero decir la verdad siempre que sea posible. De ahí que muchas veces resulte algo "borde". Pero ese es otro tema.
Al grano.
Yo no recuerdo haber creído nunca en los Reyes Magos. No digo que no haya creído nunca en ellos, digo que no lo recuerdo. Dicen que los primeros recuerdos son de los 3-4 años, así que supongo que debí averiguar que no existían antes de los 6 años (por dejar un margen).
Y no fue ningún drama no creer en ellos. La Navidad era la época del año en la que no había clase, adornábamos la casa con cosas de colores brillantes, nos reuníamos a cenar con un montón de familiares, me dejaban acostarme tarde y me daban regalos. Que me los diesen mis padres o tres tíos orientales (con menos pinta de orientales que Michael Jackson de afroamericano) me daba más o menos igual.
He vivido de cerca el momento en que algunos niños se han enterado de que los Reyes no existen. Lo viví con mis hermanos, con algunos primos y con Blancanieves. No ha sido ningún drama para ellos, aunque algunos han "alargado" el tema un par de años, como si pensasen que si se daban por enterados dejarían de recibir regalos. Hablabas con ellos y te dabas cuenta de que sabían que los regalos se compraban, pero se hacían los locos en cuanto al modo en que éstos iban desde la tienda hasta el árbol.
Con todo, hace ya muchos años que llegué a la conclusión de que no hay necesidad de mentir a los niños. Lo de los Reyes Magos es una mentira. No es un cuento como Cenicienta, en el que el niño sabe que no es de verdad. Lo de los Reyes es una gran conspiración para engañar al crío. Toda la sociedad confabulada para tratarle como si fuese tonto.
Creo que es mucho más sano contarles las historias (la de los Reyes, la de Papá Noel, Santa Claus, Olentzero y demás regaleros) como si fuesen cuentos y decir "y ahora, para acordarnos de esos cuentos tan chulos, lo que hacemos es regalarnos cosas siempre por esta época".
Pues mi familia dice que el Peque va a tener una infancia muy triste si hago eso. Que va a perder la ilusión, que no es lo mismo, que mire las caras de los niños en la cabalgata.
Una vez, una compañera de trabajo llegó a decirme que no podía hacer eso porque si mis hijos iban al colegio con los suyos, le jodía a ella el espectáculo. Y me lo dijo con un tono que pensé que me iba a pegar.
Pues se abre el debate. Opinad todos los que tengáis algo que decir, a favor o en contra de la Gran Mentira de los Regaleros.