lunes, 21 de diciembre de 2009

Malos humos

Empecé a fumar a los 15 ó 16 años, cuando iba al instituto. Eran otros tiempos, el tabaco no estaba tan mal visto, no había avisos en las cajetillas para que supieses que fumar provoca el 90% de los males de la humanidad. En los intercambios de clase, salíamos al pasillo y allí fumaba to'kiski. Yo quería ser guay, pero sacaba muy buenas notas, así que tenía que esforzarme para ser muy bestia y no parecer una empollona. Fumar era una forma de reivindicar mi derecho a ser tan "normal" como los que suspendían.

Al principio solo fumaba algunos cigarrillos al día. Ni siquiera compraba cajetillas completas, los compraba "sueltos". Pero con el tiempo el tabaco se convirtió en un agujero negro que se tragaba mi paga semanal.

Seguí fumando en la universidad, aunque allí me di cuenta de que había que gente que no fumaba. Vale que casi todos eran empollones, pero algunos incluso eran guays sin fumar. No muchos, tampoco nos engañemos.

Cuando entró en vigor la ley antitabaco, en el 2006, llevaba casi 20 años fumando, fumaba más de 20 cigarrillos al día y era de las que decían que vaya mierda de ley, que a quién se le ocurre, que ya verás como no se pone en práctica, qué van a hacer en las bodas, tendrán que poner sala de fumadores en las oficinas, vaya mierda de ley (eso lo repetía mucho).

Unos meses después empecé a ser consciente de hasta qué punto yo era adicta a la nicotina. En el trabajo salía a la calle, aunque lloviese, para echar un cigarrillo. Si una reunión duraba más de una hora, el único pensamiento que ocupaba mi mente era cuánto más iba a durar para poder salir a fumar. Si quedaba para comer con una amiga y no permitían fumar en el restaurante, no disfrutaba ni de la comida ni de la conversación.

Hacía ya tiempo que tenía la costumbre de despertarme en mitad de la noche y fumar. Al principio me despertaba el insomnio, y para coger el sueño leía un poco mientras me fumaba un cigarrillo. En pocas semanas, pasé de "despertarme y fumar" a "despertarme a fumar".

Decidí que quería dejar de ser adicta. No es que quisiese "dejar de fumar". Fumar no me parecía tan malo (también los no-fumadores mueren de cáncer, me decía) pero ser tan dependiente me parecía asqueroso.

Me iba de vacaciones a Egipto, con mi hermana. Dije a todo el mundo que iba a dejar de fumar a la vuelta. Todos se reían. Había una porra sobre cuántos días iba a tardar en recaer y no era muy halagüeña. Pocos apostaban a que durase más de una semana.

Como yo tengo una fé inmensa en los libros, y también porque pensé que ninguna ayuda estaría de más, le pedí a mi hermano el libro que le había regalado el año anterior, y que a él no le había servido de mucho: Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo.

Lo empecé a leer en la cubierta de la barcaza que nos transportaba por el Nilo y lo terminé en un par de días. Entonces le pasé a mi hermana el tabaco que llevaba (para el viaje a Egipto llevábamos bastantes existencias, no fuera que se acabase) y le dije que ya había dejado de fumar. Me dijo que me lo guardaba, que sospechaba que se lo iba a pedir antes de volver.

Al día siguiente teníamos que hacer un largo viaje en autobús y en avión. No se podía fumar. Mi hermana buscaba sitios donde echar un cigarrillo. Yo pensaba "soy libre, es genial no tener que preocuparse nunca más por los cigarrillos". Tardé pocas horas en sentirme no-fumadora.

Unos par de meses después, en profundo estado de embriaguez y de depresión por una ruptura, me fumé un cigarrillo. Sabía asqueroso. Al día siguiente sentí el mono de nuevo. Y digo "el mono" porque no me apetecía un cigarrillo, pero sentía el cuerpo muy muy chungo. También podría ser por la resaca, claro.

No he vuelto a fumar. El olor del tabaco me da asco. Estoy deseando que salga la nueva-verdadera-y-remasterizada-ley-anti-tabaco. Cuando fumaba odiaba a los ex-fumadores como yo.

Bien, ahora viene lo que realmente quería contar.

El sábado nos fuimos Harry, Blancanieves, el Peque y yo a hacer comprillas a Coruña. El Peque tenía que tomar un bibe (ni pensar en darle papilla en público, necesitaríamos impermeabilizar el local) y nos fuimos a la única cafetería de la zona que sabíamos que era "sin humos", aunque el café más barato que tiene anda por los 2,50€. Cuando nos dijeron que no tenían microondas decidimos que era la última vez que íbamos, pero eso es otro tema.

El caso es que en una mesa cercana un pimpollo va y se enciende un cigarrillo. Llevaba rato haciendo el bobo con el cigarrillo y el mechero, y al final lo encendió. Harry se le acercó y consiguió que lo apagase, pero el tío se medio sonreía mirándome. Incluso dijo "no me mires con esa cara".

Voy a pagar el café a ese precio y encima aguantar tus humos. No te jode...

Capullo.



5 comentarios:

Bereni-C dijo...

Vaya. Te estaba leyendo y yo podría haber escrito el mismo post, sólo que dejé de fumar hace algo de más tiempo. Nadie apostaba porque lo consiguiese. ¿Por qué la gente, en lugar de apoyarte, se alegra de cuando no lo consigues y gasta bromas a tu costa? Es algo que no entiendo ni entenderé. La verdad es que has descrito perfectamente mi principal razón para dejar de fumar: estaba harta de que mi calma, mis alegrías o mis decepciones dependiesen de un veneno. Qué alegría habernos librado de esa gruesa cadena al cuello :-) Si los demás quieren seguir fumando, allá ellos, que a mí plin. Tampoco voy persiguiendo a los que fuman. Eso sí, lo del tío del bar donde no se podía fumar me parece de muy mala educación. Es que hay gente que ahora con la excusa de que "los fumadores están perseguidos" lo que tienen es muy poca vergüenza. Pero en fin, maleducados los hay de todos tipos: fumadores, no fumadores, gordos, flacos, rubios, morenos y calvos.

La Bruja Naranja dijo...

Bereni, que sepas que eres mi oveja favorita.
Ainss, qué ilusión me ha hecho!

Izaskun dijo...

Por cierto, totalmente de acuerdo contigo. Hay maleducados de todos los colores.

sardinero dijo...

que yo sepa, ya fumabas en EGB.
fue lo que mas me sorprendio(y tambien del resto de primas)del viaje de estudios de fin de curso a Barcelona,yo devia de ser el unico panfilo de la familia.
Nunca he fumado ,ni en la mili,
y me desagrada bastante lo del humo de tabaco. He llegado ha dejar de salir fines de semana solo por no subir a casa oliendo a humo-agrio.
Pero todo tiene su parte buena, ahora da igual la hora que sea (y digo cualquier hora, incluso borracho y a las 4 de la mañana)si la ropa huele, A LA DUCHA de la misma.
yo tambien espero con ansia la nueva ley,aparte de por mi, tambien por mi txiki.

Izaskun dijo...

Sardinero, mi primer cigarrillo me lo fumé en ese viaje de estudios a Barcelona. Curiosamente, me lo dió mi padre, que era uno de los padres que vino de acompañante (qué cosas, ¿eh? eran otros tiempos). Creo que pensó que si iba a fumar, mejor un cigarrillo de tabaco de toda confianza que uno que me diesen por ahí.
Luego estuve dos años sin volver a fumar un cigarrillo, hasta que en el instituto me agarró el vicio.