jueves, 15 de julio de 2010

Bienvenidos, República Independiente

Queridos señores de Ikea,

Les escribo para expresarles mi más sincero cariño, así como transmitirles la gran expectación que me produce la apertura de su nueva tienda en mi ciudad.

Llevo meses soportando sin quejas los atascos que provocan las obras que tienen como objetivo facilitar los accesos a su tienda.

El lunes, todo el territorio estatal amaneció lleno de banderas, pero yo solo podía fijarme en los cartelitos que ustedes habían repartido por la ciudad.

Hoy, viniendo al trabajo, he visto que la chica que montaba la moto delante de mi coche llevaba los pantalones del uniforme de su personal, y he estado a punto de tocar el alirón con el claxon.

Tal vez les abrumo con mi pasión, pero es que desde hace un año consulto su catálogo de forma compulsiva; diseño una y otra vez mi cocina y mis armarios roperos; preparo y reviso listas de productos para dar con la combinación perfecta.

A este respecto, y como informática que soy (para mi vergüenza, a veces), tengo que decirles que sus programas de diseño no son tan prácticos, funcionales y manejables como sus productos. Por el contrario, resultan a veces farragosos y complicados, por no mencionar que no están libres de errores.

El martes 20 de Julio se abre la nueva tienda de Ikea en Coruña. El miércoles 21 una servidora se ha pedido un día de vacaciones. Hasta la semana que viene.

Su más ferviente admiradora.

viernes, 9 de julio de 2010

Corta y Pega

Hace unos meses me dejaron un libro del que no recuerdo mucho, excepto la fuerte impresión que me causó el resumen de la contraportada. Tanto que tomé notas antes de devolverlo. El libro es de Paul Benjamin (Paul Auster), se titula Jugada de presión, y la editorial era Compactos Anagrama.

La parte en azul es el resumen de la contraportada. Está copiado palabra por palabra.
La parte en verde está sacada de las cuatro primeras páginas del libro.

Max Klein es detective privado.

Acababa de pasar tres aburridas semanas buscando a una chica de diecisiete años, hija de una acomodada familia de las afueras, y en aquel momento lo último que deseaba era otro cliente. Tras seguir una docena de pistas falsas, acabé encontrando a la chica en Boston, donde hacía la calle en la Combat Zone. Lo único que me dijo fue: "Vete a la mierda, madero. Yo no tengo ni mamá ni papá, ¿te enteras? Nací la semana pasada, cuando diste por culo a un perro".
Estaba cansado y necesitaba unas vacaciones. Los padres me habían dado una gratificación cuando se enteraron de que su hija seguía con vida, y pensaba fundirme el dinero en un viaje a París. Pero cuando llamó Chapman, decidí esperar.

Su último trabajo ha sido buscar a una jovencita de diecinueve años que estaba trabajando alegremente de puta en la célebre Combat Zone de Boston, y no quería ser hallada. La familia, de todas formas, ha pagado muy bien por saber que sigue viva. Y Max está pensando en tomarse un descanso cuando George Chapman lo llama para solicitar sus servicios.

Chapman estaba en un lío y yo quería saber de qué se trataba.

Y si Chapman está en dificultades, Max quiere saber cuáles son.

Cinco años antes, George Chapman había hecho todo lo que un jugador de béisbol puede lograr en una temporada[...] Y al final, Chapman fue nombrado mejor jugador de la liga. Chapman era un ídolo casi demasiado perfecto. Alto y bien parecido, siempre hablaba abiertamente con la prensa, nunca negaba autógrafos a los niños. Además, había estudiado historia en Dartmouth, tenía una mujer bella y refinada y hacía otras cosas aparte de jugar al béisbol.

Porque su futuro cliente era hace cinco años el mejor jugador de baloncesto de la temporada, el héroe de los medios de comunicación. Un héroe quizá demasiado perfecto: guapo, culto y con una mujer hermosa y sofisticada.

Yo recordaba perfectamente la temporada de Chapman. Había sido un mal año para mí. Mi matrimonio se hacía pedazos, el trabajo en la oficina del fiscal del distrito era una completa decepción y estaba endeudado hasta las cejas[...]
Siguiendo a Chapman en su gran temporada, llegué a pensar en él como en un álter ego, una parte imaginaria de mí mismo que había sido inoculada contra el fracaso. Teníamos la misma edad, la misma talla y habíamos ido a dos de las universidades más prestigiosas del país.

Pero Chapman era también el espejo terrible en el que se miraba Max; tenía su misma edad, había estudiado en las mismas universidades, el también había jugado al baloncesto, y ahora sentía que estaba en un callejón sin salida. Su matrimonio se derrumbaba, estaba endeudado hasta las cejas, y harto de su trabajo en la oficina del fiscal del distrito.

Resultó que aquélla fue la última temporada de Chapman en las ligas profesionales[...] Al volver a la ciudad en su Porsche después de un banquete con gente del béisbol al norte del estado, Chapman se estrelló frontalmente contra un camión. Al principio pensaron que no saldría de aquélla. Luego sobrevivió, pero salió sin la pierna izquierda.

Pero aquélla resultó ser la última temporada de gloria de George Chapman, porque un accidente de coche acabó con su carrera deportiva.

Pero desde el momento de su reaparición, no dejó de estar en el primer plano de la actualidad. Se convirtió en uno de los más señalados defensores de los derechos de los minusválidos, patrocinando los Juegos Paralímpicos, interviniendo en sesiones del Congreso y apareciendo en programas especiales de televisión. Ahora que había un escaño vacante de senador por el estado de Nueva York, algunos demócratas influyentes animaban a Chapman a que se presentara candidato. Corría el rumor de que anunciaría su decisión antes de finales de mes.

Ahora vuelve, resurgido de sus cenizas, con un perfil intachable de defensor de débiles y minusválidos y candidato a senador.

Pero, ¿por qué un buen y honrado héroe americano necesita un detective privado? Max Klein deberá encontrar respuesta a ésta y a otras preguntas. Aunque las respuestas sean de pesadilla.

miércoles, 7 de julio de 2010

Depresión posvacacional

He estado de vacaciones en mi tierra. El 1 de julio se celebra la fiesta de la Virgen de la Guía, que es, sin duda alguna, la mejor fiesta del mundo mundial. Nunca la había visto desde la barrera. Esto es lo que se ve desde la zona en la que nos situamos los que tenemos niños pequeños que proteger de las hordas:

Desde la barrera, sigue siendo la mejor fiesta del mundo mundial.

Harry ya está trabajando, pero no sabe si ha elegido la oferta mala o la peor.

Durante todos estos días no he conseguido escribir nada que no tuviese un tono lastimoso y totalmente autocompasivo. Pero voy a ponerme las pilas ya mismo.

viernes, 25 de junio de 2010

Mendigando

A Harry le han hecho un par de ofertas de trabajo:

Oferta #1: de 7 de la mañana a 20:30 de la noche, con hora y media para comer (osea, 12 horas de trabajo diarias) más dos sábados al mes, a 10 horas por sábado. Como le pilla cerca de casa, le dan solo media dieta, unos 12 euros al día. Le pagan las horas extras a 7 euros (brutos). Pero sólo cuentan como extras las horas que pasan de 50 semanales.

Oferta #2: de 8 a 19:30 (10 horas de trabajo) y sólo en casos excepcionales algún sábado. Como le pilla lejos, le dejan vivir en un piso con otros compañeros (no sabemos si tendría habitación individual o servicio de limpieza) y le pagan la comida del mediodía, más 50 euros para viajes. Se supone que pasaría toda la semana fuera. Le pagan más o menos lo mismo por las 50 horas semanales que consideran el horario habitual.

Hoy he entrado a por mi café para llevar y la dependienta me ha contado que el mendigo que suele estar acampado delante, cambia todos los días (de lunes a sábados) unos 60 ó 70 euros en monedas y los domingos unos 50. Yo llego a las 9 y todavía no está, pero me han dicho que viene en moto. Digo yo que impuestos no pagará, ¿no?

Haz cuentas.

jueves, 24 de junio de 2010

Tortilla de saltamontes

A raíz de este post me he acordado de una anécdota de mi niñez. Últimamente me parezco a mi abuela materna, que ya sólo se acuerda de cuando era joven.

El caso es que cuando éramos pequeños, en verano, íbamos a pasar el día fuera si hacía bueno. Que no era ni el 20% de los días, por cierto. Cosas del norte. Que el verde no es gratis y tal, que si no lloviese tanto no habría paisajes tan chulos... Todo eso no consuela una mierda cuando tienes 10 años y quieres ir a la playa.

Se daba, además, la circunstancia de que en un barrio en el que la mayoría de la población era emigrante (no de otros países, pero sí de otras comunidades autónomas) mi familia era autóctona. ¿Que qué tiene que ver eso? Pues que cuando llegaba el verano todos mis compañeros de clase se iban "al pueblo" pero ¡yo no tenía pueblo al que irme! Todos volvían contando historias en las que iban al río en bici, se quedaban en las fiestas hasta la madrugada, hacían hogueras y qué sé yo qué más. Yo me quedaba en el barrio y me levantaba todos los días mirando al cielo, pidiendo un rayito de sol que animase a mis padres a pasar el día fuera.

Si era entre semana, nos montábamos en el coche (un Seat 1430 blanco) y nos íbamos a alguna playa de Cantabria (que entonces llamábamos Santander). Nos comíamos unos kilómetros interminables de carretera general detrás de un camión y llegábamos a la playa mareados y aburridos de cantar.

Si era en fin de semana, mi padre se negaba a llevarnos a la playa, por el tráfico. Y nos íbamos al monte. Es lo que tiene Bizkaia, que todo está cerca.

Cuando íbamos al monte no íbamos solos. En mi familia eso no sucedía a menudo. Porque en el mismo barrio que nosotros vivía la hermana de mi madre con sus hijos y dos hermanos de mi padre con sus hijos. Así que si íbamos al monte nos juntábamos tres coches llenos de primos y tíos. Los primos, además, éramos todos más o menos de la misma edad. No necesitábamos tener muchos amigos fuera de la familia, porque solo con los primos ya teníamos para hacer un equipo de futbito.

Como éramos muchos (aunque casi siempre bien avenidos), nuestros padres intentaban que no diésemos mucha guerra. Al fin y al cabo, también era fin de semana para ellos. Esto que acabo de escribir (y que me ha quedado tan comprensivo) es una reflexión actual sobre el asunto. En aquellos tiempos yo no veía a mis padres como personas humanas que necesitasen descansar de nosotros. Ahora que nos pensamos tanto lo de tener el segundo hijo, me pregunto cómo se las apañaban ellos con tres.

El caso es que se inventaban cosas para que estuviésemos entretenidos. Una de las que más recuerdo es la tortilla de saltamontes de mi tío Julen. Nos decía que teníamos que cazar saltamontes porque quería hacerse una tortilla para merendar. Nos pasábamos el día buscando saltamontes y metiéndolos en frascos de cristal. Hacíamos incluso un agujero en la tapa para que respirasen. Cuando llegaba la hora de la merienda, mi tío recibía todos los frascos y empezaba la criba:
- Este está muy verde, amarga
- Este está muy amarillo, está muy seco
- Este es muy pequeño, hay que soltarlo para que crezca y ya lo cazaremos cuando sea grande

Al final, como sólo le quedaban unos cuatro saltamontes comestibles, nos decía que no eran suficientes para hacer una tortilla y se merendaba un bocadillo de chorizo.

Es curioso porque siempre sospeché que lo de los Reyes Magos era una patraña, pero lo de la tortilla de saltamontes de mi tío me lo creía.

martes, 22 de junio de 2010

Casio

Cuando tenía unos 12 años, pedí un despertador para mi cumpleaños. No me gustaba que me despertase mi madre. De hecho, sigo sin gustarme que me despierte una persona humana.
El Peque ha dicho que le da igual, que lo de tener hijos no era obligatorio, que lo cogí como optativa y que ahora tengo que fastidiarme. Haber elegido muerte.

Aquel primer despertador era analógico, una cosa rara porque se plegaba sobre sí mismo y cuando estaba cerrado parecía una cajita de joyería, de esas que existían
antiguamente antes, que no eran de plástico chungo. Se suponía que era un despertador de viaje.
Es alucinante, metes despertador de viaje en google imágenes y te salen cientos parecidos al mío. Os pego aquí una foto para los que no pudieron votar en los noventa.

Pero yo siempre he tenido el sueño ligero y el tic-tac de las agujas me molestaba. Así que pedí que, para la próxima, fuese un despertador digital.
El Peque dice que eso del sueño ligero es mentira, que a veces le cuesta varios minutos despertarme con sus berridos.

Me regalaron un Casio. Parecido a este (de hecho, creo que mi padre aún tiene uno como el de la foto):


Un puntazo para la época. Tenía una cosa que se llamaba SNZ que hacía que el bicho sonase cada 5 minutos, como cuando te despierta tu madre pero sin ir subiendo el volumen.

Como compartía cuarto con mi hermana, procuraba no abusar de esta nueva y pintoresca funcionalidad. Apenas lo dejaba sonar 4 veces como mucho. Mi hermana no tenía el sueño tan ligero como el mío y apenas se quejaba (3 veces como mucho).
Ya sé que se llama snoozer y que ahora lo tienen todos, y que incluso puedes decirle si tiene que sonar cada 5 ó cada 15, pero es que hablo de la prehistoria tecnológica, queridos lectores.

Este despertador estuvo conmigo durante el BUP, el COU y la universidad. Me acompañó también en todos mis viajes. Vino al viaje de estudios del instituto y a los primeros viajes que hice con las amigas.
No salía de casa sin él. ¿Cómo si no iba a despertarme a tiempo de coger el autobús de vuelta, si salía a la intempestiva hora de las cuatro de la tarde?

Me despertó mi primer día de trabajo. Me acompañó a Alemania cuando emigré. Tiene marcas de dientes de mi perro porque en aquel piso no tenía mesilla y tenía que ponerlo en el suelo.

Volvimos otra vez a casa de mis padres, a torturar a mi hermana. Cuando me mudé a mi propio piso vino conmigo y siguió siendo mi fiel despertador.

Cuando decidí emigrar de nuevo, esta vez hacia el sol poniente, me acompañó. Qué remedio le quedaba, claro.

Ahora que el Peque ha empezado a caminar, una de sus primeras víctimas ha sido mi Casio. Lo tiró al suelo con tan mala suerte que en la pantallita digital apareció una mancha negra. La mancha se ha ido extendiendo como en una película de terror. Ahora ya no se ven las letritas SNZ. Sigue funcionando, pero me temo que no va a vivir mucho más.
No debería dejar en la mesilla ningún objeto que aprecie, eso lo saben todas las (buenas) madres. Si no aprendí el día que tiró el frasco de aceite, no es culpa suya.

En todo este tiempo (unos 25 años) creo que le habré cambiado de pilas unas cinco veces, como mucho. No cuento con que llegue a cambiarlas otra vez. Pero sé (porque lo he intentado) que no volveré a encontrar un despertador igual, con el nivel justo de volumen para despertarme sin sacar al monstruo que hay en mí.

Se acercan tiempos difíciles para los que me ven por las mañanas.

lunes, 21 de junio de 2010

Vaya semanita

Calamidades que han sucedido esta última semana:

- He cumplido años.

- Cuando estaba tomando café con los compañeros de trabajo, todos ellos, me consta, al menos diez años menores que yo, conté una anécdota de mi niñez. Uno de ellos dijo "claro, es que hace 40 años las cosas eran distintas".

- Tiré parte de mi café de medio litro en mi mesa de trabajo. Al teclado apenas le cayeron unas gotas.

- Tiré el vaso de refresco de un compañero. Pero no era el mismo compañero que me recordó lo vieja que soy.

- Un niño con cara de bruto que había en el parque quiso quitarle al Peque su juguete (que era, concretamente, la funda de mis gafas de sol, bastante maltrecha ya). Como la abuela no se lo permitió, le dio un guantazo al Peque que le dejó poniendo pucheros.

- Harry se dejó (otra vez) las llaves puestas en la cerradura, por dentro. Tuvimos que desmontar (otra vez) el marco de la puerta para poder entrar.

- Hemos descubierto que los huecos donde iban a poner algunas de las ventanas de la casa no son rectangulares. Todavía no estamos seguros, pero parece que se debe a que el tejado está torcido.

- Tenía cita en el ginecólogo para que revisase una ecografía de mama que me mandó hacer. Pero me he dejado la eco en casa, así que he tenido que cambiar la cita.

- La explanada donde aparco siempre el coche cuando vengo a la oficina estaba cerrada porque estaban organizando algún estúpido acto para el fin de semana. He tenido que aparcar en el culo del mundo.

- Han despedido a Harry.

Empieza una nueva semana. Qué miedo.

viernes, 18 de junio de 2010

Sí hay dolor

Lo peor de mi fisioterapeuta de tipo B(estia) no es, ni de lejos, que me haga tanto daño que estoy a punto de desmayarme. Lo peor es la música que pone. Le encantan los cantautores. Ayer estuve a punto de decirle que, por favor, no me hiciese sufrir más, pero tuve miedo de su reacción, teniendo en cuenta que tenía mi cuello (literalmente) en sus manos.

Entre los gallos que soltaba el cantante de turno, me acordé de otra vez que también tuve que aguantar esa tortura, sin posibilidad factible de escapar.

Trabajaba yo por aquel entonces en una empresa de Bilbao que tenía una sucursal en Donosti-SanSebastián. Si les preguntas a ellos, te dirán que la sucursal éramos nosotros. Ni caso, todo el mundo sabe que la capital de Euskadi es Bilbao. ¿Cómo? ¿Que en la wiki dice que es Vitoria-Gasteiz? Pues lo habrá escrito algún vitoriano. Lo dicho, ni caso.

De vez en cuando teníamos que hacer viajes a Madrid para reunirnos con los proveedores. En vez de ir en dos coches, siempre lo hacíamos de forma que el compañero que venía de Donosti se acercase a Bilbao, nos recogiese y así compartíamos coche hasta la capital del reino.

En uno de esos viajes, el compañero guipuzcoano que llevaba el coche era un fan absoluto de cualquier tipo que compusiese sus propias canciones, las cantase como un gato apaleado y las acompañase a la guitarra. Osea, le ponían los cantautores. En exclusiva.

El compañero este me llevaba unos años. Unos diez. Como hace ya casi diez años de aquel día, supongo que tendría la edad que tengo yo ahora. Esta idea me está empezando a deprimir...

En fin.

El caso es que cuando nos recogió (a mí y a otra compañera de Bilbao) sonaba un gato de esos en el aparato de música. Me senté delante y me fijé en que era un CD. Mierda, no es una sola canción en la radio, que además dejará de ser sintonizable en cuanto nos movamos 100km, es tooooodo un CD.

La compañera le preguntó si había ido hacía poco a algún concierto del gato. Él contestó que, en el último mes, a dos. Uno de ellos no le pillaba ni cerca, pero por lo visto perseguía al gato por toda la geografía peninsular. Yo flipaba. Ni siquiera había oído hablar nunca del gato. En mi descarga diré que había estado viviendo en el extranjero muchos años. Pero eso no les pareció excusa a mis compañeros. Creyeron que si oía las suficientes canciones, me gustaría. Intenté resistirme pero no hubo forma.

Cuando estábamos pasando Burgos amenacé con saltar del coche en marcha si no ponían otra cosa. No era un farol.

Reconozco que soy un poco especial con este tema. No me importa escuchar canciones de mierda, con letras insustanciales y músicas tontas si la voz del cantante me gusta. Y viceversa. Por mucho que una canción tenga una letra y una música perfectas, si el cantante tiene una voz que me da grima, todo es una porquería. Y hay muchas voces que me dan grima. Algunas de ellas son bastante apreciadas por el público en general, pero a mí me ponen hasta de mala leche.

¿Queréis ejemplos?
- No soporto la voz de Manolo García, ni la del Bumbury.
- La tía de Amaral me pone enferma. No sé ni cómo se llama ni lo voy a buscar.
- Me flipa la voz de Merche. Esta tía hace canciones tontas para Gran Hermano, pero me pone la piel de gallina.
- Amaia Montero es imbécil y pija, pero me gusta su voz (aunque no aguanto como pronuncia las esssessss). Su sustituta no me mola nada, pero nada de nada.
- El sueño de Morfeo hace unas canciones de lo más chorras, parecen esas tonterías que nos escribíamos en las carpetas del instituto, pero... ¡qué voz!. Y la pobre tiene que dormir por las noches con el tío más soso del planeta, así que no se le puede pedir que sea profunda.
- Brian Adams, Bonnie Tyler, Tina Turner.. molan.

Me quedan 4 sesiones de fisio, no sé si voy a aguantarlas sin pedir clemencia.

miércoles, 16 de junio de 2010

Hipersensibilidad

Una vez que fui al dentista me encontré con que la chica que me solía atender y que estaba embarazada, ya había dado a luz. Le pregunté qué tal todo, no me acordaba de si esperaba chico o chica, en fin, para darle un poco de conversación. Yo por aquel entonces creo que estaba intentando quedarme embarazada, con ganas pero sin obsesionarme.

La tía estaba encantada de la vida con su niño pero me contaba que se había vuelto una llorona. Que no, que no es la depresión post-parto, me dijo, que es que me he vuelto hipersensible. Hipersensible a todo lo que tenga que ver con el sufrimiento infantil. Me puso varios ejemplos. Hombre, pensé yo, son casos que dan pena, pero tampoco como para hundirte en la depresión.

Unos meses después de convertirme en madre volví al dentista y le dije que entendía perfectamente lo que me había contado.
Inciso: No volví para decírselo, es que me tocaba hacerme una revisión.

Yo no soy muy de llorar, así que no me he vuelto una llorona. Yo soy más de estar dándole vueltas y vueltas a la idea, como cuando te tocas un diente cariado con la lengua. Ya que hablamos de dentistas... O como las vacas, que mascan y mascan y mascan. Y aunque lo traguen, al cabo de un tiempo vuelven a tenerlo en la boca y lo vuelven a mascar.
Inciso: me está dando un poco de asco de pensar en las vacas regurgitando comida a medio mascar.

Me sobrecoge todo lo que tenga que ver con los niños. Y me refiero también a la ficción. Me quedo con mal cuerpo durante mucho rato, hasta que me olvido del tema. De repente, con mi hijo en brazos, me acuerdo y me da un escalofrío y vuelvo a darle vueltas.


Cuando todavía estaba de baja por maternidad, me compré "La Mano de Fátima". Me había gustado "La Catedral del Mar" y lo compré con ganas. No pude leerlo. No sé en qué punto del libro mataban a unos niños y no pude seguir.

Hace un par de semanas vimos la primera temporada de Dexter. Ya había leído un libro sobre él y una amiga me dijo que había una serie. A la Mula que vas. Disfruté todos los episodios como una enana. Ni ascos ni nada. Hasta que sale el Dexter-niño y se ve lo que le pasó. Uf.

La semana pasada leí esta entrada del blog de peibol y estuve pensando durante horas en partirles la cara a la Jessi y a su madre.

Ayer estaba leyendo este libro. Uno de los personajes secundarios es una prostituta que tiene un hijo pequeño y al que prepara la papilla con ron y tranquilizantes para que duerma mientas ella trabaja. Tuve que cerrar el libro porque me estaba poniendo mala. Me costó un montón dormirme y me he levantado todavía dándole vueltas.

Como contaba Gonzalo en su blog, no sé si podría volver a ver "La vida es bella".

lunes, 14 de junio de 2010

Perra suerte

Cuando digo que tengo mala suerte, Harry y mi madre siempre me dicen que exagero. El resto de la gente que me conoce ya tiene asumido que a mí normalmente no suelen salirme las cosas bien. Blancanieves dice que soy muy gafe. La verdad es que los trámites más sencillos se complican hasta el infinito si yo estoy involucrada.

La primera vez que quise venir a Galicia en tren hubo un descarrilamiento y al final nos trajeron en autobús. Es sólo un ejemplo.

Con esa predisposición al desastre, quizás no debería embarcarme en nada demasiado complicado. Pero yo me empeño en desafiar al destino.

Hace unos meses (en marzo) encontramos en una tienda la chimenea perfecta. Ya habíamos visto varios catálogos y no dábamos con una que nos gustase a los dos. Pero de repente, ahí estaba. Era perfecta, ya me la imaginaba en mi salón. Y estaba muy bien de precio. Le hice unas fotos con el móvil y todo.

El problema (siempre hay uno) era que la tienda no aceptaba que pagásemos la chimenea y no nos la llevásemos en mucho tiempo. Querían que la recogiésemos en un plazo inferior a una semana.

Llamamos al constructor:
- Hola, Builder. Hemos encontrado una chimenea que nos encanta. ¿Puedes recogerla con la furgo y llevarla a la casa?
- ¿Pero qué dices? ¡Si todavía no está el suelo acabado! La chimenea va a estar dando vueltas por la casa durante meses. Al final se te va a rallar, ya verás. Mejor esperas.

En realidad quería decir:
- Como me metas la chimenea ahora y la tenga que quitar de enmedio 30 veces antes de poder ponerla, voy a utilizarla como mesa de trabajo y te la voy a dejar hecha una mierda, palabrita de Builder encabronado.

Así que no la pudimos comprar. Nos dijeron que tenían más de una, pero no nos podían decir cuántas. No muchas.

Desde entonces hemos vuelto un par de veces a la tienda a comprobar que la chimenea seguía allí. Y el constructor seguía diciendo que era demasiado pronto para llevarla a la casa.

Este fin de semana decidimos ir a comprar la chimenea. Todavía no está el suelo puesto en el salón, pero ya nos daba igual. La pondríamos en el trastero, que no se va a tocar en muchas semanas, y no molestaría a nadie. Nos daba miedo quedarnos sin ella.

El sábado entramos en la tienda y vamos derechos a ver la chimenea. El dependiente nos mira, pone una cara rara, se acerca a su compañera, le dice algo. La compañera nos mira, le dice algo al otro. Los dos nos miran con cara rara.

Nosotros también ponemos una cara rara. La chimenea no está en su sitio.

La última chimenea se vendió el jueves.

viernes, 11 de junio de 2010

Espallego

El euskera y el castellano se parecen lo que un bocadillo de chorizo a una silla. No tienen nada en común, ni vocabulario, ni gramática, ni ortografía, ni ná de ná.

Aún así, hay algunas palabras que decimos en euskera sin darnos cuenta. Y digo sin darnos cuenta porque la mayoría piensa que son en castellano. Un ejemplo bastante claro es lo del "zulo", que se empezó a usar como "escondrijo que usa ETA para meter a las personas que tiene secuestradas" y ahora se usa hasta en Madrid para referirse a pisos pequeños y con poca luz. Bueno, pues "zulo" significa agujero en euskera.

Por otra parte, desde que vivo en Galicia me estoy dando cuenta de que hay muchas palabras y expresiones que para mí son totalmente normales, pero que por aquí no se usan. Harry y Blancanieves ponen una cara muy rara la primera vez que me las oyen, pero luego las adoptan como propias y las sueltan en todas las conversaciones que pueden. Tengo que decir que muchas veces he conseguido demostrar, RAE en mano, que eran palabras perfectamente válidas. Algunos ejemplos son güito, mochar o zurriagazo. Las he buscado y he comprobado que son correctas. Otras, como sagutxu (ratoncillo) o larri (triste, decaído) son en euskera. Y las uso aún sabiéndolo.

En general, no me gusta hablar castellano incorrecto, soy bastante cuidadosa con eso. Antes solía usar el condicional vasco pero ahora incluso me chirría cuando se lo oigo a mi familia. Otro tema es el leísmo, del que me temo que no me libro. Lo intento pero seguro que el blog está plagado de errores.

Si todo esto sucede con dos idiomas tan distintos como el castellano y el euskera, es lógico que suceda en mayor medida con el castellano y el gallego, que se parecen tanto como un bocadillo de chorizo a un bocadillo de salchichón. De hecho, ellos mismos utilizan a menudo el argumento de que "se entiende perfectamente". Y lo cierto es que con un poco de práctica se entiende. Siempre y cuando no se trate de una carta de la Xunta diciendo que has pagado poco por los impuestos de tu finca, por ejemplo. Sí, queridos amigos, la Xunta envía las cartas de este tipo sólo en gallego. Nada de bilingüismo. Y no me estoy refiriendo a cuando el gobierno de la Xunta era un bipartito, no. Me refiero a este mismo mes. Pero bueno, otro día me extiendo más con este tema.

Harry y Blancanieves utilizan palabras gallegas cuando hablan castellano. A veces, lo hacen a sabiendas, porque quieren enfatizar algún matiz o hacer una broma. Otras veces lo hacen sin ser conscientes, porque no saben que esa palabra no existe en castellano ni saben cual es su equivalente. Un ejemplo es cuando dicen que van a dejar una puerta "arrimada" en vez de "entornada".

Los gallegos (bueno, la mayoría al menos) usan mal los tiempos verbales. Dicen "bajé la basura" según vuelven a casa de haberla bajado. También dicen "un día que fuera a la playa", cuando quieren decir "que había ido". Al final te acustumbras y hasta se te pega.

Y también usan mal algunas preposiciones. Dicen "tirar por la cuerda", por ejemplo. Y lo peor, lo que menos me gusta, es cuando dicen "voy trabajar", "voy comer". No sé porqué, pero me hace daño en los oídos. Sé que no es ni mejor ni peor que mi leísmo, pero me suena taaaaan mal.

Vale, se acabó la introducción, necesaria para entender lo que viene a continuación.

Hay un restaurante en un pueblo de por aquí que se llama "O Burato". Significa, literalmente "El Agujero". Hace poco tuve una conversación totalmente increíble con una compañera de trabajo que ya se ha merecido otra entrada del blog hace poco (no doy más pistas). Fue la siguiente:

[yo]- El fin de semana estuvimos comiendo en tal pueblo...
[ella]- En ese pueblo es muy famoso O Burato
- Sí, lo sé, pero es que una vez que fuimos al
Burato, nos dijeron que solo tenían pescado...
- Jijiji... perdona, pero es que te tengo que corregir...
- ¿?
- Es que se dice O Burato.
- Bueno, pues la vez que fuimos al
O Burato...
- Jijiji... no, es que no lo puedes decir así.
- ¿?
- Tienes que decir "la vez que fuimos O Burato".
- ¡Pero es que fuimos AL
O Burato!
- No, no puedes decir el "al".
- Pero es que estoy hablando castellano, no gallego.
- Ya, pero es que está mal dicho.
- ¿Sabes qué? Que la vez que fuimos AL AGUJERO...

Si alguien dice que ha ido "al Zulo" está mezclando dos idiomas, en realidad. Para decirlo en euskera correctamente, habría que decir "zulora". Pero si estás hablando castellano, nadie es tan gilipollas como para corregirte por hablarlo correctamente. O casi nadie.

miércoles, 9 de junio de 2010

No hay dolor

Tengo la espalda hecha un asco. Hasta una persona que no sepa nada del tema lo nota si me pasa la mano por encima cuando estoy tumbada boca abajo. Si lo hace una persona que sabe algo del tema siempre me dice: "pero ¿no te duele?". La respuesta es que sí, que duele. Pero mi umbral del dolor es un poco raro (ya hablaré otro día de eso) y lo voy llevando.

Cuando iba al colegio jugaba al baloncesto. Mi madre me vio correr en un partido, pensó que tenía unos "andares raros" y me llevó al médico. Le dijeron que eran manías suyas (literal).

Cuando empecé la universidad, los dolores de espalda eran continuos y cada vez más fuertes. El médico de toda la vida me decía "si es que no te sientas como es debido", "si es que llevas demasiados libros en la bolsa", "si es que vas encogida porque tienes complejo de tener el pecho muy grande". Me recetaba una pomadita y se quedaba tan ancho.

Una de las veces que fui (a renovar la receta de la pomada) el médico de toda la vida estaba de vacaciones. La sustituta me mandó quitarme la ropa de cintura para arriba y agacharme. Me recorrió la columna con un dedo y me mandó hacer placas. Tenía una escoliosis, provocada porque tenía una pierna más corta que otra. ¿No había notado nadie que "andaba raro"? Sí. Y yo había notado que para que las tetas me quedasen a la misma altura, tenía que recogerme mucho más un tirante del sujetador que el otro. Pero, joder, nadie es perfectamente simétrico, ¿no?

Ya vivía resignada a sufrir de la espalda, porque la escoliosis no se cura. Como la sinusitis, que también me diagnosticaron siendo una cría.

Años después, viviendo en otro país, me dijeron que no tenía sinusitis y que la escoliosis era mínima. De hecho, ya no tenía que tunear los sujetadores para usar camisetas con rayas horizontales. Me curé de dos males crónicos e incurables. O bien tengo poderes, o me diagnosticaron mal.

Aunque con el tiempo tuve algún episodio de lumbago (lo normal en los informáticos) no sufría demasiado de la espalda. Hasta que hace unos años tuve un pequeñísimo accidente de coche. Tan pequeño que el coche quedó como si tal cosa. Pero yo me hice una contractura en la espalda tan aparatosa que se notaba a simple vista.

Como el accidente fue in itinere (osea, en horas de trabajo) me lo cubrió la mutua. Y en ese momento fue cuando entré en el maravilloso mundo de los fisioterapeutas.

Si habéis ido a varios fisioterapeutas distintos, sabréis que hay dos tipos:
- Fisioterapeuta tipo A (de Amable): sigue la máxima de "no lo rompas más de lo que ya está". Te da masajes suaves que te relajan. Los músculos contracturados cuando se relajan duelen menos. Sales de las sesiones relajado y feliz. Sabes que esa sensación no va a durar mucho, pero mola pasar unas horas sin dolor.

- Fisioterapeuta tipo B (de Bestia): su opinión es más del tipo "para hacer una tortilla hay que romper algunos huevos". Te mete los dedos en el músculo hasta que se hace daño (al menos eso me gusta pensar a mí, que él también sufre). Te hace gritar, te resbalan lágrimas por la cara, quieres que pare y que todo acabe. Sales de las sesiones mareado, te tiemblan las piernas, si tienes que coger le coche para ir a casa te acojonas porque parece que vas pedo. Esa noche apenas puedes acostarte, no encuentras una postura en la que no duela. Al día siguiente duele, pero cuando te acuestas por la noche notas que ha parado el dolor, y el bultito duro que te salía en la espalda y que era pura masa muscular agarrotada ya no está.

Yo he tenido ya varios fisios de ambos tipos. Ayer empecé una nueva tanda de sesiones porque a mi contractura habitual se ha sumado otra en los hombros, fruto del estrés. Y mi nueva fisio es del tipo B. Hoy tengo cita de nuevo y ya me he levantado acojonada.

viernes, 4 de junio de 2010

Trabajo especializado

Imagina que estudias hostelería. Acabas el tercero de tu promoción en la mejor escuela de cocina de tu país y consigues un trabajo como becario en el laboratorio donde los mejores cocineros de tu zona experimentan. Allí, básicamente, te dedicas a batir salsas y fregar cacerolas. Pero trabajas con gente que sabe mucho, y aprendes un montón. Te pagan lo suficiente para poder comprarte algún trapillo, sacarte el carnet de conducir y hacerte algún viajecillo.

Como ves que en tu zona el tema está complicado (hay trabajo, pero mal pagado), emigras. Te vas a Sabrosolandia, un país famoso por su alta cocina. Pero como no sabes hablar sabrosolón, te buscas un curro de limpiacristales de momento. Un año después, eres capaz de expresarte en sabrosolón y, cuando tienen ganas, los sabrosolones te entienden bastante bien.

Te sientes capaz de dar el salto, empiezas a mandar currículums a todos los restaurantes de la zona. Las entrevistas en sabrosolón no te salen demasiado bien, pero el haber sido tercero de tu promoción también pesa bastante. El gerente de un hotel, un tío que no tiene ni idea de cocina pero que es lo bastante coherente como para entender que eso es cosa de los cocineros, te dice que te va a dar una oportunidad. Te avisa de que, si no funcionas como cocinero, tendrás que fregar los suelos del hotel. No te quedarás sin trabajo pero tampoco te van a regalar nada.

Un año después, el gerente te llama a su despacho y te dice que está supersatisfecho con tu trabajo. Que ha hablado con todo el personal de cocina y que, sorprendentemente para alguien que ha recibido su formación fuera de Sabrosolandia, te las apañas muy bien. Te sube el sueldo un 20%. Te empiezan a encargar los platos más complicados del menú. Eres la persona de referencia cuando hay que enfrentarse a algo nuevo.

Con el tiempo, empiezas a echar de menos tu casa, tu familia, tus amigos. Realmente, Sabrosolandia no es para ti, y quieres regresar. El gerente del hotel te ofrece crear un restaurante especializado en platos de alta cocina, que llevarías tú. Pero ni con esas. Quieres volver.

Cuando vuelves, tu currículum es mucho más interesante. Después de moverte un poco por los restaurantes de tu tierra, encuentras uno que tiene un proyecto muy interesante. Quieren hacer algo muy novedoso con las verduras. Vale, las verduras no son tan apasionantes como las carnes, pero el hecho de que sea algo totalmente nuevo te convence. Aceptas el trabajo. Años después, el proyecto está un poco estancado. Hay crisis, la gente prefiere comer la verdura del modo tradicional antes que arriesgarse a probar platos de los que nunca había oído hablar. No ha salido como creías. Tienes que irte o te pasarás la vida haciendo purés de verdura normales y corrientes.

Después de eso, te vas a un restaurante muy conocido. Es, digamos, una sucursal pequeña de un restaurante muy grande. Te dices que has encontrado tu sitio, tiene las ventajas de los pequeños y también las de los grandes. Pero al cabo de un año, el restaurante principal decide que la sucursal en la que tú trabajas no está dando buenos resultados, y la vende a un grupo inversor. Tú te dedicabas a una cosa muy especializada con el bacalao, que era el plato más característico del restaurante principal. Pero el grupo inversor decide que no puede seguir dedicándose al bacalao, y te quedas sin trabajo.

El siguiente restaurante en contratarte es uno chiquitín, casi familiar. No hacen cosas novedosas, pero tú lo vas a dirigir. El gerente hace años que no se pone un delantal, solo se encarga de administrar el restaurante. Parece que hay muy buen rollo entre los empleados, y con el gerente. Cuando llevas un par de meses allí te das cuenta que el buen rollo es ficticio. El gerente ha recibido incluso demandas de ex-empleados. Los que todavía no se han ido es porque no han encontrado nada mejor. La cosa acaba como el rosario de la aurora y tienes que salir por patas, en medio de una crisis de ansiedad.

Como siempre que en tu vida te quedas sin opciones, decides emigrar de nuevo. Pero no tan lejos como Sabrosolandia, porque no tienes ganas de aprender más idiomas.

Te contratan en un sitio que hacen catering para bodas. Se trabajan muchas horas y los clientes son exigentes, regatean el precio y nunca parecen quedar contentos. No es exactamente lo que habías soñado cuando acabaste tus estudios, pero paga tus facturas. No aprendes nada nuevo, pero tampoco tienes ya edad de arriesgarte con proyectos novedosos.

El primer
catering que te encargan, tienes que organizarlo tú. Te toca una novia que está como una cabra, además de ser maleducada y tacaña como ella sola. Sale como el culo. Principalmente porque la novia quería un menú que no superase los 30 euros pero que incluyese al menos 3 platos de marisco. Cuando vieron que solo tocaba a una gamba por invitado, y que el pescado era de piscifactoría, se sintieron engañados. No te jode.

En tu empresa saben que la novia era una hija de p*t*, pero te echan una bronca del 10 y no te dan ni un duro de la paga de incentivos. Te dicen que les has decepcionado muchísimo, que cuando te contrataron tenían muchas expectativas puestas en ti.

El siguiente catéring que te encargan es para una boda pequeña, así que te dicen que lo tienes que hacer todo tú. No te ponen ni un pinche. Tienes que encargarte tú hasta de fregar los platos. La novia quiere un menú tradicional, con cordero y merluza. Tú le sugieres cosas más elaboradas pero no quiere. Le das lo que quiere y queda super contenta. Tu empresa, como parte de su procedimiento de evaluación de tu trabajo, le pregunta al padre de la novia (que es el que paga la comida) y el muy subnormal dice que no le ha molado nada, porque él realmente quería platos impronunciables y la merluza le parece muy de working-class.

Tu empresa sabe que el padre no es representativo, pero te echan una bronca del 10 y no te dan ni un duro de la paga de incentivos. Te dicen que les has decepcionado muchísimo, porque no habían bajado sus expectativas a pesar de que el primer
catering fue un fiasco.

Durante mucho tiempo no te encargan ningún
catering . Te aburres tanto que te llevas un libro al trabajo.

De repente, deciden que no puedes seguir mano sobre mano, y te dicen que vas a formar parte de un equipo que tiene que hacer un
catering para un cliente super-super-importante. Van a ser tropecientos invitados. No vas a ser el jefe de equipo, porque la boda es en la playa y de las bodas en las playas siempre se encarga otro. El jefe del equipo de bodas en la playa no te tiene mucho cariño, sabe que tu currículum es mejor que el suyo y no le mola nada que tú sepas cocinar, porque los jefes de equipo de tu empresa hace años que no se ponen un delantal, solo organizan.

Al principio empiezas con mucha ilusión, creyendo que te encargarán los platos más interesantes. Pero no, te mandan hacer la guarnición. Los platos interesantes se los encargan a gente que lleva pocos años cocinando. No lo entiendes pero, oye, no es tu proyecto, allá ellos. Te mandan rehacer la guarnición mil veces, no puede llevar cebolla porque la novia la aborrece, tiene que ser de color naranja porque va mejor con el tono tostado de la carne... Van añadiendo requisitos sobre la marcha. En fin, cansino pero fácil.

Cuando ya no le encuentran más pegas a tu guarnición, les dices que puedes encargarte de otra cosa. Y te dicen que tienes que revisar que han puesto los cubiertos en el orden correcto en todos los sitios.

Y empiezas a pensar que ya solo quieres cocinar en tu casa, para tu familia y tus amigos, Y que eras mucho más feliz cuando te dedicabas a limpiar cristales. Y que si tu hijo te dice que va a estudiar hostelería, le dirás "sobre mi cadáver".

martes, 1 de junio de 2010

Estrategia comercial

Por las mañanas compro algo de comer en una panadería cerca de la oficina. Tienen café para llevar y está bastante bueno, así que me he acostumbrado a coger uno. Te lo ponen en un vasito de cartón con su tapa de plástico y tal. Hasta hace poco solo había un tamaño. Ahora han sacado el tamaño maxi. En el cartel publicitario se ven los dos vasos, y el maxi es el doble de grande.

Hoy pensado que no me vendría bien una dosis extra de cafeína y me he pedido un maxi.

Normalmente colocan el vasito de cartón debajo de la cafetera, te ponen el café y luego añaden leche que calientan en una jarrita de metal. Lo normal, vamos.

Hoy han colocado el mismo vasito pequeño de cartón debajo de la cafetera y han puesto el café en él. Luego lo han vaciado en el vaso grande y han añadido leche que han calentado en una jarrita de metal.

Porque al imbécil que ha pensado en vender cafés tamaño maxi no se le ha ocurrido que los vasos grandes no caben en la cafetera de siempre.

miércoles, 26 de mayo de 2010

¿Tú también, Bruto?

Después de mi post de ayer, seguro que todos estáis esperando que cuente que estoy en casa con la pierna escayolada. Pues no, no me torcí un tobillo, ni me caí. Pero no perdáis la esperanza, que hoy también he traído tacones.

Hoy voy a contaros la última deserción de mi equipo de "contratados". La mayoría sin contrato, ni que fuese yo una cadena de restaurantes rápidos.

En lo que llevamos de año he perdido ya dos canguros. Tanto la primera como la segunda encontraron otros curros. He desistido de tener un canguro para emergencias, vivo peligrosamente. Cuando el Peque se ponga malo y tenga que llamar a mi suegra me arrepentiré, hasta entonces cruzo los dedos.

También nos hemos tenido que buscar otra asistenta. Por cierto que su hermana la ha sustituido y, aunque no es como el original, tampoco puedo quejarme.

Hemos tenido que despedir a la arquitecta (o aceptar su renuncia, como queráis). El nuevo arquitecto es un encanto, lo primero que hizo fue avisarnos de que teníamos que poner placas solares. La arquitecta anterior no se acordó de decírnoslo. Quedan geniales, en medio del tejado, cada vez que las vea me voy a acordar del subnormal que decidió que en todo Galicia es obligatorio calentar el agua con placas solares. Claro, es normal, porque como todo el mundo sabe aquí siempre hace sol. Da igual que vivas en Orense o en Santiago. Pero bueno, ya comenté algo parecido hace tiempo.

Pues, por si todo esto no fuese suficiente, ayer me entero de que el pediatra del Peque ya no va a pasar más consultas por la tarde. Tardé meses en encontrarle, después de haberme desesperado mil veces con la pediatra del pueblo. Ahora tengo que volver a buscar.

Si mi ginecóloga me falla, empezaré a pensar que necesito un lavado del karma, una pulserita del equilibrio, o más fibra en mi dieta. No sé.

Tacones cercanos

No soy ninguna fanática de los zapatos, me cuesta encontrar alguno que me guste. De hecho, desde hace años, no uso zapatos propiamente dichos. Paso de las botas a las sandalias, sin término medio. Bueno, no es cierto, a veces uso zuecos, pero me cuesta muchísimo encontrar zuecos que no hayan sido diseñados para dejarme tullida, así que no tengo muchos.

Cuando encuentro un calzado que me gusta, normalmente tiene tacón. Los zapatos bajos no me llaman. Los uso porque son cómodos y todo eso, pero no me gustan. Me gustan los tacones.

Me gusta la forma del zapato con tacón. Me gusta cómo me sientan los pantalones cuando llevo tacones. Y las faldas. Me gusta también cómo suenan cuando camino. Me siento más guapa.

Hacía más de un año que no llevaba tacones. Dejé de usarlos cuando estaba embarazada. Una vez que di a luz, quise recuperarlos, pero era demasiado incómodo. Tenía que empujar el cochecito del Peque y si llevaba tacones, el manillar me quedaba incómodamente bajo. Era más práctico ir con zapato bajo.

Hoy me he vuelto a poner tacones. De hecho, unos zuecos que no me hacen demasiado daño. Me he puesto una falda y tacones. Camino haciendo ese ruido (tac-tac-tac) que me encanta.

Ya lo dice Bebe: "hoy ha calzado tacones para hacer sonar sus pasos".

martes, 25 de mayo de 2010

Písame

Ayer una compañera de trabajo no vino. No sabíamos si tenía vacaciones (no había comentado nada el viernes pasado), si estaba enferma, o si estaba en algún cliente.

Suele ser la primera en llegar por la mañana y como no vino, yo fui la primera. No es que llegue muy temprano, sino que cumplo mi horario a rajatabla. Tengo una reducción de jornada, así que curro de 9 a 2. Lo que significa que intento no llegar nunca después de las 9, ni irme después de las 2. El resto de compañeros se van cuando cuadra, así que llegan también cuando cuadra.

Hoy sí que estaba en la oficina cuando he llegado.

- Buenos días.
- Buenos días.
- ¿Cómo es que ayer no viniste? ¿Tenías vacaciones?
- No, es que operaron a mi padre.
- Uy, es cierto, me habías contado que le operaban en tal hospital. ¿Qué tal está?
- Pues bien, pero le van a tener unos días en observación porque es un caso de riesgo, tiene muchos problemas de corazón.
- Ya, vaya. ¿Y cómo es que estás aquí? ¿No te correspondían dos días?
- Sí, pero es que tengo mucho lío.

Yo flipo.

En esta empresa (como en la mayoría) nos tratan como pedazos de carne:
- Los jefes cobran un pastón, los curritos una porquería.
- No nos suben el sueldo desde hace un par de años. Ahora ponen como excusa la crisis, pero antes de la crisis tampoco había subidas.
- Nos han comunicado recientemente que en julio ya no va a haber jornada reducida.
- Nos hacen adaptarnos al horario del cliente, sea el que sea.
- Nos hacen cogernos la mayoría de las vacaciones cuando les cuadra, y se guardan la potestad de cancelarte las vacaciones en el último momento si el proyecto va mal (a mí me pasó varias veces).
- Nos cambian de sitio (de mesa) varias veces al año, solo para que sepamos quién manda.
- Convocan las reuniones corporativas fuera del horario de trabajo (a las 6 y media) en locales super molones que les cuestan un ojo de la cara.
- Nos obligan a trabajar noches y fines de semana si el proyecto va mal (ya ha pasado). Por si a alguien le asalta la duda: no se pagan las horas extras.
- Aunque hay jefes que no consigen sacar ningún proyecto en plazo y coste, no se les castiga. Se presiona a los curritos para que curren más horas no remuneradas.

Podría continuar hasta el infinito y más allá, pero si habéis trabajado en consultoría sabéis a lo que me refiero. Si no habéis trabajado en consultoría, como dice el replicante de Blade Runner "he visto cosas que vosotros no creeríais".

Bueno, pues dicho todo esto, voy a decir solo una cosa más: viendo como se comportan algunos de mis compañeros de trabajo, no me extraña que la empresa nos trate como borregos. Porque a algunos les gusta.

lunes, 24 de mayo de 2010

Ya ha pasado un año

El Peque ha cumplido un año. Por una parte, parece que fue ayer. Por otra, han sido 365 días llenitos de aventuras.

Para contaros el parto necesitaría varios posts, como siempre que tengo que lidiar con el sector de la medicina, pero ahora no me apetece. Aún eliminando esa parte, siguen quedando anécdotas "a barullo" (expresión de mi suegra que siempre me ha hecho mucha gracia).

Cuando subió del nido el segundo día venía con un chupete. Nosotros, que habíamos leído mucho, no queríamos que el niño usase chupete. Chorradas de padres que leen. Ese chupete siempre fue su favorito. Cuando empezó a tener el aspecto de haber pasado por un par de guerras se lo quitamos y lo enmarcamos, con la pulserita del hospital, en un marco ideal que compramos en Ikea (alabado sea su nombre).

Yo, que nunca he sido muy de niños, no había cambiado nunca un pañal. Y como mi parto fue complicado, no le cambié a mi hijo hasta que ya tenía varios días. Evidentemente, no me lo puso fácil. Lloró como si le estuviese matando. Me planteé si realmente algún día sería capaz de hacer algo tan difícil sin ayuda.

Le llamábamos "pito veloz" porque aprovechaba siempre que le quitábamos el pañal para hacerse pis. En la consulta del pueblo tienen la báscula en la mesa del pediatra. Su historial médico se puso perdido una de las veces que le pesaron.

La primera vez que intentamos bañarle nos montó tal pollo, que nos convencimos de que realmente tampoco estaba tan sucio, y que lo más seguro es que tuviesen razón todas esas teorías nuevas que decían que los bebés no deberían bañarse hasta el primer año o así. También lo habíamos leído en algún sitio. Solo le bañábamos si no encontrábamos ninguna excusa para no hacerlo. Y pasaba en el agua una media de 3 segundos y medio. Un mes después le encantaba bañarse, y ahora es el mejor momento del día.

Un día fui a buscarle a la guardería y la cuidadora me dijo: no había pasado por aquí un niño tan risueño como el tuyo. Se lo he contado a todo el mundo, solo me faltaba escribirlo aquí.

Siempre que lo hemos llevado a urgencias el médico nos ha mirado escéptico. Los médicos no se creen que el niño vomite/tenga fiebre/diarrea y a la vez sonría de oreja a oreja en cuanto le dicen hola. Tengo una foto en la que se le ve saltando con la vía de suero en el brazo. Y todavía no había cumplido los cinco meses.

Es igualito a su padre. La gente le llama mini-harry. Pero es rubio. Cuando se lo presentamos a alguien nuevo siempre dice eso mismo: "pero es rubio". Harry siempre contesta "como su padre". Con lo que la gente saca la conclusión de que Harry no es el padre, pero es tan evidente que lo es, que se quedan un buen rato pensando y solo unos pocos llegan a reírse.

Por las mañanas espera a estar totalmente vestido para hacerse cacas. Y la cara que pone cuando lo descubro y empiezo a quejarme es todo un poema.

Al mediodía preparo mi comida y cuando voy a ponerme a comer descubro que se ha hecho cacas. Empiezo a quejarme y se ríe.

Se sigue despertando por la noche a tomar un biberón. Se tira a por él como si no hubiese comido en días. Por el día es imposible conseguir que se tome un biberón, solo quiere comer con cuchara.

Hace unos días andaba por la cocina mientras yo recogía. Abrió el armario junto al fregadero y agarró un bote de cristal lleno de aceite para reciclar. Lo sé, es culpa nuestra. Hemos comprado un montón de chismes para evitar que abra los armarios y los cajones, pero aún no los hemos instalado. El caso es que el bote se fue al suelo. Me pasé una hora recogiendo aceite sucio mezclado con cristales, mientras pensaba que era una suerte porque a él no le había pasado nada.

Le encanta la lavadora, la aspiradora, la tele, la música. Todo lo que haga ruido. En cuanto suena una canción que conoce se pone a bailar y a dar palmas.

Felicidades, Peque. Sigue sonriendo y haciéndome sonreír.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Trabajar sin ganas

Está claro: el cirujano tenía ganas de irse a casa y me hizo una chapuza. Tenían que haber sido un par de días de baja, pero se han convertido en dos semanas.

No he tenido ganas ni de actualizar el blog.

He vuelto, pero tengo tanto curro atrasado (y tantas entradas de otros blogs por leer) que hoy sólo tengo tiempo para saludar, sin escribir nada interesante. Bueno, como siempre pero más corto.

sábado, 8 de mayo de 2010

Para todos los públicos

Veo este cartel todos los días cuando vuelvo de trabajar. Está a la entrada del pueblo y tiene un tamaño considerable, es imposible no verlo. Lo han colocado hace ya varias semanas, cuando abrieron el local y empezaron a publicitarse.

Sí, es un puti.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Por los pelos

Ayer tuvieron que hacerme una pequeña intervención. Se trataba de cirugía ambulatoria, es decir, sin ingreso. Mi empresa me paga un seguro médico privado, lo que supone un alivio, porque no tengo mucha confianza en el Sergas (servicio gallego de salud). El caso es que todo el proceso se iba a hacer en una clínica privada.

El cirujano me dió la cita hace 3 semanas. Tenía que presentarme ayer a las once de la mañana en la clínica, con una autorización de mi seguro, para que me operasen. Después de entregar la autorización en admisión tenía que acudir a otra planta, junto a la entrada de quirófanos. Allí saldrían a llamarme.

Había avisado en el trabajo, Harry se había cogido un día que le correspondía por convenio, mis padres se habían venido desde Bilbao para ayudarme con el Peque, todo estaba listo.

Como soy como soy, estaba allí a las 10 y media. Había bastante gente esperando, y se rumoreaba que llevaban mucho retraso.

Yo llevaba un libro y me puse a leer. Harry aguantó unos cinco minutos antes de aburrirse y empezó a hacerme preguntas y a ponerme nerviosa. Le mandé a la cafetería a comprar un periódico. Unos veinte minutos después Harry ya se había leído todos los titulares y los pies de foto y se volvía a aburrir. Le sugerí que quizás el periódico tenía también cosas interesantes en letra pequeña, pero no estaba por la labor. Está empeñado en no usar gafas para leer, pero claro, se pierde todo lo que no esté escrito en caracteres extra grandes.

A las once y media llamaron a una chica que se sentaba a mi lado y que había comentado que tenía cita para las once menos cuarto. Bueno, la próxima debería ser yo.

Después de salir esa chica no llamaron a nadie más. Harry no tardó en sospechar que no iban a llamarme, pero yo me resistía a creerlo. Me habían dado cita, me había presentado en admisión con mi autorización, tenía un montón de pegatinas y un consentimiento firmado... No podían haberse olvidado de mí.

Al cabo de un rato empezó a salir personal clínico por la puerta de acceso de los quirófanos. Incluso vi a mi cirujano subir la escalera vestido con el típico traje azul clarito. Pensé que iría a tomar un café, porque ya eran las doce.

Harry insistía en que deberíamos preguntar por si se habían olvidado de mí. Yo todavía me resistía a creerlo.

Un rato después, vi a mi cirujano esperando al ascensor, vestido con un pantalón de calle y una chaqueta de cuero. Ay.

Me acerqué a él antes de que se escapase. En cuanto me vio le cambió la cara:
- Hola, ¿te vas? Pero si me tenías que operar hoy.
- ¡Anda! ¿Has aparecido?
- ¿Cómo que "he aparecido"? ¡Pero si llevo aquí desde las diez y media!
- Vaya, vaya, pues ahora que lo dices es cierto, hoy tenías cita.
Todo esto delante del ascensor. El cirujano vuelve a entrar por la puerta de acceso a quirófanos mientras me dice que espere un rato, que ahora me llaman.

Se me acerca un chico que llevaba allí ya bastante rato y me cuenta que él también tenía cita a las once, que es increíble que nos hayan dado la cita a la misma hora y que encima se olviden de los dos.

Un rato después salen a llamarme, el otro chico se acerca a preguntar y le dicen que sí, que ahora ya se han dado cuenta de que faltábamos los dos.

En fin. La intervención fue bien, rápida y sin complicaciones. Estaba fuera antes de que a Harry le diese tiempo a aburrirse de nuevo (osea, super rápido).

El cirujano me acompañó a la puerta de acceso mientras me decía "menos mal que me pillaste, ¿eh?".

martes, 27 de abril de 2010

Otros maleducados

Ya os había hablado del maleducado número 1 y del número 2 (ordenados históricamente, no por importancia). Hoy voy a presentar otros dos.

Maleducado nº 3
El domingo por la tarde queríamos ir al parque. Estaba también Blancanieves, pero Harry tenía que llevarla con su madre, así que teníamos que ir prontito. Aprovechamos que habíamos comido a una hora razonable (debían ser las 3 y media cuando por fin nos sentamos) y salimos a eso de las 4 y media de casa. Todo un record, os lo aseguro.

Hay un parque en el pueblo en el que el viento no es especialmente huracanado y en el que da el sol (cuando hace sol) hasta las 7 más o menos. Todo un lujo. Los otros parques del pueblo no son aptos para niños. En el más nuevo, si les dejas sueltos, empiezan a volvar y acaban en el reino de Oz. En otros sólo da el sol un par de horas al día, así que solo merece la pena ir si quieres recoger los champiñones que hay debajo del tobogán.

Elegido el destino, salimos de casa los cuatro, tan felices. El parque estaba vacío cuando llegamos. Pero al cabo de un rato llegaron algunos críos con sus padres. En el parque hay una señal ENOOOOORME que dice que está prohibido andar en patines y jugar a la pelota. Pero claro, en este país, ¿qué es un domingo sin fútbol?

Dos de los niños más mayores sacaron una pelota y se pusieron a lanzar penaltis contra una de las paredes (que por cierto, es la del ayuntamiento). Tenían fuerza suficiente como para que la pelota rebotase en la pared (cuando el portero no la paraba) y saliese disparada hasta la zona de columpios.

Uno de los padres incluso comentó una vez, en voz alta, "tened cuidado que hay bebés, id más a la derecha". Pero eso fue todo lo que dijo antes de sacar la DS y ponerse a jugar. Posiblemente al Brain Training, se veía que era un tío con inquietudes.

Un par de niñas también sacaron una pelota, pero más pequeña y de plástico. No jugaban a hacerse daño a propósito, quiero decir.

En medio de todo esto estábamos nosotros, con un niño de 11 meses que está aprendiendo a andar y que quería subir al tobogán una y otra vez. Los balones pasaban a nuestro alrededor, algunos muy cerca.

Varias veces comenté en voz alta que en ese parque estaba prohibido jugar al balón. Una señora que estaba con las niñas les dijo que no podían seguir jugando y les quitó la pelota. Bien por ella. El tío de la DS, sin embargo, debía estar concentrado en el sudoku, porque ni levantó la vista.

Harry, una de las veces, me dijo "bueno, pues vamos a otro sitio si quieres". Sé que lo hizo para aplacar mi mala leche, pero le salió rana. "¿Yo? ¿yo tengo que irme a otro sitio? Yo no estoy haciendo nada que esté prohibido, son ellos los que están jugando aquí a la pelota". Pues ni con esos gritos el intelectual dejó la consola.

Maleducado nº 4
Ayer hizo un día chulísimo, para ser abril. Se podía estar en manga corta. Como el pueblo lo tenemos ya muy visto cogimos el Peque y yo (bueno, yo cogí al Peque) y nos fuimos a la playa. No íbamos en plan bikini y crema solar, solo a dar una vuelta, para que el Peque se familiarice con las olas y la arena.

No había casi nadie en la playa. Un par de chicas en bikini que leían un libro. Un par de parejas metiéndose mano en público. Lo normal para ser abril, vamos.

Eché una manta en la arena y descargué al Peque y la bolsa tamaño trailer que llevaba colgada del hombro.

Al cabo de un rato, veo llegar una pareja con una perra boxer jovencita. La perra estaba sobreexcitada. Yo he tenido perro y sé lo que les pasa cuando notan la arena en las almohadillas: pierden la chaveta. Si encima es un cachorro ni te cuento. Pero si tienes un perro del tamaño de un poni pequeño tienes que tener cuidado cuando vas a la playa. Está prohibido, pero yo también llevaba a mi perro a la playa en abril, cuando aún no ha empezado la temporada de baño. Ese no es el tema. El tema es que el perro te puede meter en un lío.

Al Peque le dan algo de miedo los perros, está poco acostumbrado a ellos. Tenemos previsto tener perro antes de que acabe el año, así que es una actitud que nos interesa cambiar. Si tiene una mala experiencia el tema puede que vaya a peor, así que no me apetece nada que un perro ajeno me traumatice al niño.

La perra venía ya corriendo cuando nos vió. Y no tardó ni medio segundo en cambiar de dirección y dirigirse a nosotros como un miura. Ya me lo esperaba, así que cogí al Peque y le moví al otro lado de la manta, para que yo quedase entre él y el miura. Eso no impidió que la perra llegase tan cerca de nosotros como que se metió dentro de nuestra manta, haciendo volar arena por todos lados. Por suerte no ladró, pero el susto no fue pequeño.

Yo puedo entender que un cachorro de perro esté (aún) maleducado. Pero es que el perro no es el número 4. El número 4 es la pareja que le acompañaba, que viendo lo que estaba pasando se limitó a llamar al perro por su nombre, sin desviarse ni un centímetro de su camino. Y que además, posiblemente debido a la vergüenza que les estaba dando ser tan imbéciles (pobrecillos), no mascullaron ni un "perdona" ni un "lo siento" ni un "mea culpa".

Gilipollas.

jueves, 22 de abril de 2010

Se busca canguro

Lo siento, pero tengo que hablar de nuevo de mi canguro para emergencias.

Ayer daba un paseo por el pueblo cuando me topé con la canguro y su hijo. Su hijo (4 años) llevaba una figurita del sombrerero loco. Le pregunté si se lo había comprado su madre y me dijo "no, la chica que me cuida". La chica que le cuida... ¿eeeingss? No tiene sentido, se supone que su madre cuida de mi hijo. ¿Ella también tiene una canguro? Bueno, qué raro, en fin. Un poco más de conversación y nos despedimos.

Llego a casa y me llama ella:
- De verdad, me siento fatal por hacerte esto, pero es que me ha salido otro trabajo.
- ¿Cuándo empiezas?
- He empezado hoy. No te he dicho nada porque primero quería probar si realmente lo iba a aceptar o no. He buscado una chica para cuidar a mi hijo y le he preguntado si podría cuidar del tuyo. Me ha dicho que no, que es muy pequeño. Sigo buscando a alguien para tí, no quiero dejarte tirada, blablablabla. Ahora mismo llamo a una amiga y luego te llamo a tí y te paso el teléfono y blablablabla.

No me ha llamado.

Yo flipo. Si ayer llego a necesitarla, me puedo dar por jodida, porque estaba currando en otro sitio. Vete tú a saber si realmente empezó ayer. Vete tú a saber si me hubiese llamado de no habérmela encontrado por la calle. Si ha tenido tiempo de buscar una canguro para su hijo, vete tú a saber desde cuando sabía lo del trabajo.

Estoy de un cabreo que lo flipas. A ella no le dije nada, paso de discutir. Pero ¿ahora se supone que tendré que pagarle el medio mes que (supuestamente) ha estado disponible? ¿Lo ha estado realmente?

Harry y yo nos estamos planteando si realmente nos sirve de algo tener una canguro para emergencias, porque realmente, hasta ahora, se han limitado a cobrar por nada. La alternativa es tener que alojar a mi suegra cada vez que el Peque se ponga malo. Es como la alternativa del Diablo, pero al menos nos sale gratis.

martes, 20 de abril de 2010

Riesgos laborales

Hoy he tenido que hacer un curso online de prevención de riesgos laborales. El programilla en cuestión estaba bastante currado: los ejercicios eran interactivos, los textos cortos y claros. No ha sido tan trágico. Pero me han llamado la atención algunas imágenes.

En cada caso, se presentaban los riesgos y se proponían formas de limitarlos. La mayoría de las imágenes tenían como protagonista a un ser humano de género masculino. Pero, supongo que por no ser tachado de sexistas, han decidido usar alguna que otra fémina. Lo curioso es que en todos los dibujos en los que la protagonista era una chica, el riesgo se limitaba acortando la falda.

A las pruebas me remito:


viernes, 16 de abril de 2010

Sarna con gusto no pica

Tengo un montón de primas. Una de ellas, se marea. Le pasa desde pequeñita. Cuando íbamos a la playa llevaba un cubo a mano porque no podía recorrer 5 kilómetros sin vaciar el estómago.

Sus padres (mis tíos) probaron todos los inventos existentes con ella. Pero se seguía mareando.

Cuando se fue haciendo mayor, tuvo que elegir un sitio para estudiar al que pudiese llegar andando, porque cualquier otra posibilidad era un incordio.

Cuando empezó a buscar trabajo, limitó su área de búsqueda a los pueblos limítrofes, para no utilizar ningún medio de locomoción que no fuesen sus propios zapatos.

Una y mil veces le recomendé que se sacase el carnet de conducir, porque dicen que conduciendo no te mareas. Pero en esa rama de mi familia es incompatible tener tetas y carnet de conducir (yo soy la única excepción). Es un tema tan surrealista que da para otro post.

Mi prima trabaja cuidando críos, normalmente en los comedores de los colegios. Le encantan los niños, y además se le dan muy bien. Hace unos meses, cuando nació el Peque, mi prima se moría de ganas de venir a verle, pero al final renunció a hacer un viaje de 600km en autobús (por motivos obvios).

Mi prima nunca había tenido novio conocido. Quiero decir, que no había salido con nadie lo suficientemente en serio como para que lo supiésemos los familiares más cercanos. Ella lo racionalizaba diciendo que estaba mejor sin pareja. Yo a eso suelo contestar que no se puede hablar de "mejor" si no tienes nada con lo que comparar. Si nunca has tenido pareja no puedes considerar "mejor" estar sin ella. Simplemente no tienes datos suficientes como para formarte una opinión. El hecho de que las parejas que ves a tu alrededor no te parezcan mejores que tu situación no es suficiente.

Bueno, me estoy desviando del tema. El caso es que mi prima se marea solo con pensar en montarse en un coche y nunca había tenido novio formal.

Pues resulta que hace unos meses se ha echado novio. Y el tío vive en Cantabria, a unos 35km del lugar de trabajo de mi prima. Y resulta que mi prima se hace el viaje varias veces a la semana. Dice que se marea, pero que merece la pena.

Lo dicho, sarna con gusto no pica. O como dice ese dicho mucho más marinero, tira más un pelo de pubis que un chicote de barco.

martes, 13 de abril de 2010

Zafarrancho de limpieza

Cuando Harry y yo empezamos a vivir juntos intentamos organizar las tareas domésticas de manera justa y equitativa. Lo estuvimos intentando un par de meses, pero el resultado era catastrófico. Ninguno tenía ganas de realizar tareas domésticas al volver del trabajo, así que las íbamos dejando para el fin de semana. Los fines de semana que teníamos a Blancanieves solíamos estar fuera, así que solo limpiábamos una vez cada 15 días. Y evidentemente no era bastante. Era bastante cuando yo vivía sola, porque a mí me enseñaron que la mejor forma de limpiar es intentando no manchar. Pero Harry ese día faltó a clase.

Revisamos la división de tareas una y otra vez. Nos propusimos llevar las tareas al día un millón de veces. Discutimos a diario por este tema. Al final tuvimos que aceptar que éramos incapaces de asumir esa responsabilidad. Y nos pusimos a buscar una asistenta.

Tuvimos una versión 1.0 que no salió bien. La mujer le ponía ganas, eso sí, venía y sudaba durante 3 horas, corriendo de habitación en habitación, cogiendo un color de langostino cocido que daba pena verla. Pero el piso no estaba demasiado limpio cuando acababa. Así que tuvimos que volver a buscar.

La versión 2.0 fue un acierto. Cuando la conocimos, pensábamos que era polaca. Tenía un acento de lo más raro. Luego resultó que era de Zas. Si no conoces a nadie de Zas no vas a entender la broma, pero yo he conocido a dos y del otro pensé que era alemán.

Esta mujer es la caña, viene y trabaja durante 3 horas, sin sudar ni cambiar de color, parece economizar movimientos y hacer solo los justos y necesarios. Cuando acaba el piso está limpio, recogido, hasta me ordena los cojines del sofá.

Lleva casi dos años con nosotros y la adoramos. Le propusimos cuidar del Peque pero nos tuvo que decir que no, porque no podemos pagar lo suficiente para que deje de limpiar por horas. No puede ganar menos de lo que gana, necesita el dinero. Preferiría cuidar de un niño que limpiar, pero no está tan bien pagado.

Sabíamos que llevaba tiempo buscando otro trabajo y que algún día nos dejaría. Y ese día ha llegado. Ayer me llamó para decirme que le han contratado como ayudante de cocinera, lo que estaba buscando. Nos hemos alegrado por ella, de verdad que sí. Nos ha dicho que su hermana está dispuesta a continuar con su labor en nuestra casa, de forma inmediata. Eso nos ha tranquilizado un poco.

Esperamos que la versión 3.0 salga bien, porque tememos por la salud de nuestro matrimonio si tenemos que volver a repartirnos las tareas domésticas.

Gracias por todo, Eva.



jueves, 8 de abril de 2010

Bailar para la vida

El personal entero de este hospital está bailando para aumentar la prevención del cáncer de mama. Si consiguen un millón de "click" en el enlace de youtube, recibirán una gran donación para el tratamiento del cáncer de mama de la compañía que fabrica los guantes rosas.

Llevan más de 8 millones.






Me ha enviado el link mi cuñada. Estoy con el SPM y me emociono fácilmente.

miércoles, 7 de abril de 2010

Cultura y negocio

Un amigo me ha mandado esto:


Llevamos ya años discutiendo sobre el mismo tema. La SGAE y el canon. Los derechos de autor y los derechos de los internautas. Y todo, en mi opinión, es un problema de falta de adaptación a los cambios. La industria de la cultura (juas) se empeña en no adaptarse a los nuevos tiempos porque cree que los nuevos tiempos se adaptarán a ellos. Y el gobierno les sigue la corriente (tienes razón, son todos unos ladrones asquerosos, te están quitando el pan de la boca, yo te ayudaré, les meteremos a todos en la cárcel).

Música.
En el siglo XVIII Mozart era un músico famoso. Vivía de su música. Su sistema de financiación no se basaba en la venta de CDs, a él le pagaban los mecenas. Hoy día eso sería impensable, pero entonces funcionaba.

En los 60 los Beatles eran famosos. Vivían de su música. Su sistema de financiación se basaba en la venta de vinilos, conciertos, actuaciones en televisión, entrevistas en revistas especializadas, etc. Entonces funcionaba.

Hoy día la gente no compra música en las tiendas de discos. Ya. ¿Y? Sigue yendo a conciertos, sigue viendo la televisión, siguen vendiéndose revistas. Pero además, la gente navega por internet, usa las redes sociales, chatea, manda emails, escribe y lee blogs. Solo hay que utilizar nuevas fuentes de financiación y adaptarse a los tiempos.

No tiene sentido que pague por un CD porque lo primero que haré con él será ripearlo en mi ordenador para pasarme las canciones a mi iPod. El CD no supone ningún valor añadido. El único CD que hemos comprado últimamente ha sido uno para Harry, pero te regalaban una camiseta.

Películas.
La gente ya no va al cine. Yo, de hecho, solo he ido 2 veces en un año (cuando hemos tenido canguro). Si encima te cuento que una de las pelis fue una mierda... El caso es que veo películas en casa, pero como no aguanto los screeners tengo que esperar meses antes de ver una película que me interesa. La mayoría de las veces, para cuando ha salido en DVD, ya me he olvidado de que quería verla.

Sería estupendo poder ver películas nuevas, con buena calidad, en el salón de tu casa. En la mayoría de los hogares hay un plasma de tropecientas pulgadas ocupando toda una pared. Mola eso de pararlas para ir al baño o a por algo para beber, empezando a la hora que te venga bien, dejando el final para el día siguiente si se te hace muy tarde. Si se pudiese, yo pagaría unos eurillos por película. Pero no se puede.

Una vez que la película está disponible en DVD, ¿cómo la veo? Podría alquilarla en el único videoclub del pueblo, si la tienen. Tendría que ir a por ella y devolverla después. No parece tan complicado. Entonces, ¿por qué hace ya más de 4 años que no alquilo películas en un videoclub? Porque la última vez me juré no volver a hacerlo. La peli no se veía, tenía unos churretes de materia indeterminada que casi se cargan mi reproductor de DVD. Cuando acudí al videoclub a explicarlo me acusaron de haberlo manchado yo misma y solo después de ponerles mi famosa cara de perro rabioso me cedieron a regañadientes otra copia para que acabase de verla. Les dije que se la metiesen allá donde no les daba el sol, rompí mi carnet del videoclub y salí para no volver nunca más.

Series.
Me encantan porque son capítulos de 40 minutos que puedo ver en ratos sueltos, sin interrupciones. Pero si las veo en la tele tengo dos problemas. El primero es que se me olvida qué estoy viendo después del tercer corte publicitario de (sólo) 8 minutos. El segundo es que tengo que estar sentada en el sofá a una hora determinada, un día determinado. No es cómodo.No me importaría pagar unos eurillos para poder verlas a mi ritmo, pero entonces tengo que esperar a que salgan en DVD y para entonces ya han echado otras dos temporadas en la tele.

Libros.
Aquí no puedo ni opinar sobre la piratería. Soy incapaz de leer libros en la pantalla del ordenador. Nunca he usado un libro electrónico, así que no puedo opinar al respecto. A mí me gusta leer libros en papel, bien encuadernados, con su portada y su contraportada. Compro libros de bolsillo cuando simplemente busco algo para leer, pero no me importa pagar un poco más si un libro me interesa y no encuentro la edición de bolsillo.

A veces he alquilado libros en la biblioteca, de hecho me hice socia de la biblioteca del pueblo al poco de mudarme, pero solo lo hago cuando no tengo absolutamente nada nuevo que leer en casa y es una emergencia. Me da un poco de reparo encontrarme pegotes y manchas en las páginas.

Otros.
Para terminar, voy a mencionar que tengo en mi casa un montón de láminas enmarcadas. Son copias de cuadros y fotos "famosos". La mayoría las he comprado en museos. Por ejemplo, tengo una lámina de Van Gogh que compré en el museo de Amsterdam, donde tienen el original. Nadie piensa que eso es piratería, ¿verdad?