domingo, 31 de enero de 2010

Siempre nos quedará un albañil

El viernes caminaba desde la oficina hasta el coche, pensando que me vendría bien quedarme toda la tarde en la cama, sudando la gripe. No era factible, Harry tenía que ir a buscar a Blancanieves y son más de 5 horas de viaje (ida y vuelta) así que yo tenía que hacerme cargo del Peque. No sé si lo sabéis, pero un bebé de 8 meses no permite que te cures la gripe como es debido.

El caso es que caminaba yo sintiéndome una piltrafilla y ni me di cuenta de que había un currela en la acera, en una zona que está llena de andamios (deben andar arreglando la fachada, supongo). Al acercarme oigo...
-arfñññmmm te hacía yo arfmmm buenísima arf arf
Efectivamente, me miraba a mí y se mordía el labio inferior. No cabía duda. No había nadie más en los alrededores.

Hacía años que no me pasaba, la verdad.



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