jueves, 14 de julio de 2011

Amigas

A lo largo de mi vida he dicho varias veces una frase: "es imposible perder un amigo; si lo pierdes, es que no era un amigo". No sé si sigo creyendo en esa frase tanto como antes.

La mayoría de la gente tiene amigos de la infancia. Yo no. No me resulta nada fácil encontrar gente con la que me entienda lo suficientemente bien como para meterlos en la categoría de amigos. Me puedo llevar bien con mucha gente, pero no me entiendo con casi nadie. La diferencia puede parecer sutil pero no lo es en absoluto. De modo que la mayoría de mis grupos de amigos han sido, en realidad, conocidos. Y me he mudado tantas veces a lo largo de mi vida (geográfica y metafóricamente hablando) que los conocidos han dejado de serlo con el tiempo.

Conocí a P en el trabajo. Entró a sustituir a una compañera que iba a dar a luz próximamente. Las dos fumábamos, y no había mucha más gente que fumase en la oficina, así que salíamos juntas a fumar. Hablábamos de mil tonterías y nos dábamos cuenta de que teníamos mucho más en común de lo que nadie podría pensar al vernos. Al poco tiempo, nos entendíamos con muy pocas palabras. Teníamos conversaciones de esas de:
- Sabes lo que odio? que ...
- Yo también, tía. Me revienta.
O:
- No te encanta tal actor, a pesar de que no es especialmente guapo?
- Ya te digo! No entiendo porqué, pero me pone muchísimo.

Almas gemelas, vamos.

Solo nos veíamos en la oficina. No íbamos juntas a tomar café ni a comer, solo a fumar.

La compañera a la que ella sustituía volvió, y ella se fue. Y poco después yo también dejé el trabajo. De hecho, nos hicieron la despedida a las dos juntas.

Después de eso, intentamos quedar algunas veces con los antiguos compañeros, pero los horarios para comer no eran muy compatibles. Siempre decíamos que teníamos que quedar un fin de semana para tomar algo, pero nadie movía el tema. Al final, quedamos las dos un domingo por la mañana, en mi pueblo, para tomar los potes y los pintxos típicos de un domingo por la mañana en mi pueblo. Era enero del 2006. Ya habían pasado 6 meses desde que dejamos de trabajar juntas.

Aquel día nos lo pasamos genial. Fue como si nunca hubiésemos dejado de hablar a diario.

Empezamos a escribirnos emails a todas horas, quedábamos para comer casi todas las semanas, al menos una vez al mes yo me iba a dormir a su casa y nos pegábamos una noche de chicas hablando de todo y de nada. Tenemos la misma opinión sobre casi todos los temas que hemos sacado en estos años. Solo tenemos diferencias de opinión en cuanto a política y en otro tema que ha supuesto la única "discusión" que hemos tenido jamás.

Las dos estábamos buscando un cambio de curro y nos animábamos mutuamente.

Vivió toda mi historia cuando conocí a Harry.

Luego yo me mudé a Galicia y ella también cambió de curro. Los emails empezaron a ser más escasos por falta de infraestructura. Pero seguíamos hablando por teléfono cuando pasaba algo gordo y también había llamadas sin motivo, para saber cómo iba todo.

Una vez que fuimos a Bilbao de vacaciones por Navidad, nos quedamos en su piso, porque ella y su novio se iban a pasar la Nochevieja fuera.

Se vino a Coruña un fin de semana para acompañarme a comprar mi vestido de novia.

La segunda llamada que hice para contar que estaba embarazada fue a ella.

Vino a mi boda y pronunció el brindis del banquete.

Con el tiempo, cada vez hablábamos menos por teléfono. Cuando he ido a Bilbao de vacaciones he tenido que cuadrar mis planes para poder verla, porque no disponía de mucho tiempo para dedicarme. Y sin embargo, siempre que hemos hablado la conversación ha sido como siempre. De todo y de nada. Nos entendemos perfectamente.

Hace poco, por teléfono, adiviné que le estaba pasando algo sin que me lo contase. Ella lo negó y cambió de tema. Unos minutos después me volvió a llamar para reconocer que yo tenía razón, sorprendida de que pueda leer en ella sin verla siquiera. Ha pasado una mala racha y yo he intentado estar ahí pero sin agobiarla, sé lo mucho que le fastidian las intromisiones no solicitadas.

Estas últimas vacaciones no he podido verla. Ya he contado que no ha sido completamente culpa suya. Lo dejamos para los últimos días y luego se cruzaron mil cosas y al final no cuadró.

Tiene la dirección del blog pero nunca ha mencionado nada, así que supongo que no entra. O puede que sí. Si lo lees, P, quiero que sepas que te echo de menos. Y que una de las cosas que menos me gustan de vivir aquí es que no estás tú.

3 comentarios:

Sonix dijo...

No sé si por los mismos motivos o de la misma manera, pero a mí también me cuesta muchísimo mantener amistades. Ni siquiera considero a la mayoría de mis conocidos como amigos... creo que entre otras cosas es problema de una valoración muy alta del término "amistad".

Pero en tu historia se adivina muchísimo cariño, una complicidad y una química impresionantes. Espero que P lea esto. Es una manifestación de amistad de la leche. ;)

Lo que diga el espantapájaros dijo...

Yo creo que no eres un caso raro. Creo que no es tan fácil hacer amigos. Y que es normal tener un número reducido de amigos. El que dice que tiene 15 amigos de verdad es porque no conoce la verdadera amistad y entonces no tiene ni uno.

Es normal que te dé pena estar alejada de tu amiga. Yo sólo puedo aconsejarte que lo dejes correr y no te preocupes. Si no ha pasado nada, las aguas volverán a su cauce. Y, si no vuelven, otras personas llegarán para cubrir su hueco. A veces es difícil y triste ver cómo alguien se aleja -a mí me ha pasado-, pero intento no agobiarme. Y los años me han enseñado que, aunque haya épocas malas, de repente aparece esa persona que echabas de menos... o aparece otra que ya dabas por perdida. La cuestión es no mosquearse y apreciar lo que uno tiene.

Uy, qué fácil es dar consejos, eh!

Bruja Naranja dijo...

Creo que somos todas un pelín raras :)