miércoles, 1 de junio de 2011

Viaje de estudios

En mi época se estudiaba en el colegio hasta octavo de EGB. Y en ese curso se hacía el viaje de estudios. Cuando me tocó a mí, a mediados de los ochenta, todavía era la época en la que los críos no daban miedo. Mi generación es esa en la que te decían "te va a reñir el señor" para que te comportases correctamente. El señor era el camarero y lo único que habías hecho para merecer esa amenaza era ponerte de rodillas en la silla de la cafetería. Había algún cafre, evidentemente, siempre los hay. Pero si a los más brutos de mi clase de entonces los metiesen ahora en una clase de segundo de ESO, pedirían asilo político.

Todos los años los alumnos hacíamos un montón de actividades para conseguir fondos para el viaje de estudios. Desde pasar películas en el gimnasio del colegio, hasta vender lacitos roji-blancos en la entrada de San Mamés los días que jugaba el Athletic. No se sacaba gran cosa, los padres tenían que acoquinar casi todo el importe. Y mi cole era un cole modesto, en un barrio obrero. Casi todos los padres trabajaban en la industria de la zona y ya había empezado la "reconversión" que cerró muchas de las fábricas.

Mi familia estaba muy implicada en el colegio. Tanto mi padre como alguno de mis tíos se encargaban de entrenar a los equipos de futbito, mi madre participaba en la organización de la fiesta de fin de curso... Ese tipo de cosas.

Cuando hubo que buscar acompañantes para el viaje de estudios, uno de los profesores se presentó voluntario, pero pidió que le acompañasen al menos dos padres. Esos dos padres fueron el mío y el de mi primo M. Yupi. La primera vez que iba a viajar fuera de casa y me acompañaban mi padre y mi tío. Me iba a desmelenar menos que la reina Sofía en una recepción oficial.

Antes de salir de viaje, mi madre me leyó la cartilla varias veces. Tienes que portarte mejor que nunca. Obedece a todo lo que te digan. Da ejemplo. Ayuda a tu padre y a tu tío en todo lo que puedas. Es mucha responsabilidad la que han asumido. Lo han hecho por vosotros, porque si no, se suspendía el viaje.

Mi padre y mi tío son bastante enrollados, la verdad. Ni yo, ni mi primo M, ni mi primo I, ni mi prima A (todos íbamos al viaje), ni ningún otro compañero puede decir que fuesen demasiado estrictos. Teníamos 13-14 años y nos dejaron bastante manga ancha. Tampoco es que fuésemos muy terribles, ya lo he dicho al principio, ni al más burro se le ocurría contestar a un padre cuando se ponía serio.

Una de las noches andábamos correteando por los pasillos del hotel, de habitación en habitación. Al ir a entrar en la habitación de unas compañeras, la puerta estaba cerrada. Llamamos a la puerta repetidas veces porque se oía gente dentro. Chicos y chicas. Finalmente un compañero abrió y dijo "No podíamos abrir porque a E le estaban metiendo mano". Jajaja.

Yo no sabía muy bien qué era eso de meter mano, pero había oído la expresión en algún sitio y sabía que era algo de mayores. Además, la idea era de lo más ridículo porque se trataba de E. No era muy popular porque era de esas empollonas que estudian un montón. Yo sacaba buenas notas sin esfuerzo y no le daba importancia. Pero E estudiaba mucho y te decía cosas como "ya he empezado a estudiar para el examen de la semana que viene". No era normal. Además, su madre era un coñazo de mujer. Avergonzaba a E en público y se chivaba a tu madre si te veía haciendo algo que le parecía incorrecto. Una cruz para tenerla como madre, como vecina o incluso como compatriota. Qué horror de mujer.

El viaje de estudios se acabó. Unos días después mi madre subió a casa, vino como un miura hacia mí y me preguntó si yo había dicho que a E le habían metido mano en el viaje. Yo no sabía muy bien cual era el problema. Era evidente que era mentira, una broma tonta. Pero mi madre se lo estaba tomando muy en serio. La que me cayó fue de órdago. Creo que me castigaron un año sin salir o algo por el estilo.

La madre de E había convocado a las madres del barrio y había dicho que iba a pedir responsabilidades porque habían difamado a su hija. Se hablaba de perder el honor, de mancillar el nombre, de... Era la primera vez que yo pensaba en nosotras como mujeres con honor y con un nombre que mancillar. De momento ni siquiera teníamos mucho cuidado al sentarnos con falda. Éramos unas crías. Sabíamos de dónde venían los niños pero pensábamos que besar a un chico era lo más lejos que llegabas antes de casarte. Flipaba en colores. Y también tenía muchísimo miedo. La cosa se estaba saliendo de madre a toda velocidad.

Hubo una reunión en el colegio. En una mesa enorme estaban sentados la directora, los profesores de mi curso, mi padre, mi tío, E, la madre de E, ... También estábamos algunos alumnos, para "declarar". Yo tuve que contar lo que había visto y oído. Fue acojonante.

Al final salió a la luz que en esa habitación estaban jugando a verdad-o-consecuencia, osea, el famoso juego de la botella. Y lo único que había hecho E era darle un beso a un compañero. Un beso en la cara. Pero le daba tanta vergüenza que mandó cerrar la puerta.

Eso era todo.

A mí me levantaron el castigo. A mi padre y mi tío no les pasó nada, a pesar de que la madre de E pedía que asumiesen que no nos habían cuidado debidamente, puesto que habían dejado que su hija jugase a verdad-o-consecuencia con chicos en una habitación cerrada.

A E le castigaron sin salir muchísimo tiempo. Estoy segura de que también hubo castigo físico. A la pobre no le ha ido muy bien en su vida. Yo he olvidado muchos de los detalles de la historia. Seguro que ella no.

PD: el viaje de estudios de Misia fue mucho más gracioso :-)

2 comentarios:

Misia dijo...

Qué madre más horrenda. Pobre cría.

Cuando estás con muchos adolescentes el objetivo es que no la líen parda. Pero es que esos pobres no llegaron a liarla ni... beig. Qué penica de madre desaforada.

Bruja Naranja dijo...

Misia: qué bueno el juego de palabras/colores :D